Siempre me interesó saber el por qué de las cosas y el mayor enigma es descubrir cada día lo que le ocurre a los pacientes y poder responder a las necesidades de estos, en forma oportuna y eficaz. Decidí ser geriatra por mi gran afinidad con la población adulta mayor y posteriormente me hice dermatóloga al ver la gran necesidad de cuidado, diagnóstico y manejo de la patología cutánea de estas personas, en las cuales son tan frecuentes las alergias y el cáncer de piel; sin dejar de lado todo el entorno biopsicosocial que rodea esta población. El poder abordar de forma integral la patología cutánea mediante la diversidad de ambas especialidades, me permiten realizar una resolución clínica y quirúrgica de las enfermedades de la piel tanto en adultos mayores como en adultos, lo cual ha sido muy gratificante. Sin embargo, la mayor recompensa es el agradecimiento y el cariño de las personas luego de manejarles su enfermedad.